Puro, real, sin artilugios, a casa llena, abraza de modo
sublime a tres generaciones en un nuevo tour
que empieza en Chile.
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Como si fuese una romería infinita, sin tiempo ni edad, sin importar haya un festival en el sur y otro en Viña, desafiando el tiempo y a cualquier otra vigencia, RAPHAEL se encarama por su octavo Movistar Arena en los últimos años, abarrotado de fans, entre ellos los músicos de Maná, que fueron a admirar a este prodigio de la música hispana.
Todos absortos frente al caudal de voz y la puesta en escena, pura, real, sin artilugios, en banda y arreglos para decirle a 12.000 almas “Victoria”, como se llama este nuevo tour por Latinoamérica de Raphael, un canto a la vida de quien ha sido descrito como tal vez uno, sino el artista vigente y más trascendental de las últimas seis décadas en el la música de habla hispana.
Dos horas y media de espectáculo, coros del público en la mitad de las 31 canciones que trae este espectáculo que se pregunta al comenzar cómo se es “De tanta gente”, luego “Yo sigo siendo aquel”, “Cierro mis ojos” para encaminarse en un cancionero imbatible hasta “Cuando tú no estás” o un “Maravilloso Corazón” que logra un “momentazo” con esa suerte de árbol navideño que producen celulares encendidos y luego -durante todo el concierto- recogidos para escuchar con un silencio ya casi extinguido un concierto sublime.
Hubo espacio para “Adoro” y para una interpretación que eriza la piel en “Gracias a la vida” para luego encadenar un éxito tras otro para un espiral sin aliento: “Estar enamorado”, “En Carne Viva”, “Qué sabe nadie”, “Escándalo”, “Cómo yo te amo”, entre muchas otras “joyas de la corona”…
Arreglos musicales de envergadura, pulcritud en cada instrumento, serenidad en el momento justo, pantallas para recorrer imágenes de una historia tan incombustible como extraordinaria.
Como dijo una de sus más fervientes fans: “Me faltará vida para aplaudirlo”.